Psychologist Papers is a scientific-professional journal, whose purpose is to publish reviews, meta-analyzes, solutions, discoveries, guides, experiences and useful methods to address problems and issues arising in professional practice in any area of the Psychology. It is also provided as a forum for contrasting opinions and encouraging debate on controversial approaches or issues.
Papeles del Psicólogo, 1995. Vol. (62).
José Antonio Younis Hernández
Profesor Titular de Psicología Social, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria
Conozco la historia real de un padre que nunca dejaba a su hija comer golosinas, porque, decía a su pequeña, eran veneno. Como suele pasar en estos casos, la niña probó "veneno" a escondidas de su padre. En cierta ocasión, al pasar por una tienda, la niña soltó a bocajarro: "papi, cómprame de ese veneno tan bueno".
Esta historia nos sirve para ilustrar el primer punto de nuestra reflexión sobre la presencia de los psicólogos en los medios de comunicación: los psicólogos son útiles cuando se trata de programas infantiles con intencionalidad educativa. Nuestra función es impedir que niños y niñas se estropeen los "dientes" con la posible "caries mental" que provoca la golosina mediática, especialmente de la televisión, pues la poca programación educativa que existía en la radio fue barrida incluso por la BBC por su poca rentabilidad económica.
En realidad, cuando se trata de llevar a la televisión las mismas funciones que la escuela, entonces sí somos necesarios los psicólogos. Este requerimiento lleva implícito una doble concepción ideológica.
En primer lugar, se tiene la idea equivocada de que sólo educan los programas con intencionalidad educativa. Si los promotores de las instituciones mediáticas hicieran caso de los estudios realizados, verían que los niños aprecian especialmente programas no educativos dirigidos a la población adulta, que los consumen más que los propiamente dirigidos a ellos y que de estos programas aprenden muchas más cosas del mundo adulto, el cual les atrae más y que necesitan conocer para adaptarse. Es evidente que la noción de infancia como ángel (a proteger y conservar inocente) o demonio (a corregir, domesticar y disciplinar) sigue vigente en las dicotomías mentales de la mitología posmoderna y, a los psicólogos en los medios de comunicación, nos trasladan el oficio de educar convenientemente a ángeles y demonios para que no se intoxiquen con los venenos de las despensas mediáticas.
En segundo lugar, se reduce el papel del psicólogo y se le identifica con infancia y educación (intencional) Acentuar la función educativa del psicólogo y relegarlo al mundo infantil, lo desvía de su función preventiva a ejercer, por otra parte, en cualquier otro programa. A pesar de estudios y opiniones expertas respecto a la ventaja que supone diseñar campañas de prevención en el contexto de mensajes de entretenimiento, apenas se ha utilizado este recurso. De la misma forma que las películas norteamericanas cultivaron sistemáticamente una imagen del indio salvaje y primitivo, asesino y sádico, se pueden inocular significados en el contexto de series televisivas, radio o cine que ayuden a crear el necesario cambio de actitudes, como el estímulo que supuso el cáncer de mama de un personaje del <<culebrón>> Cristal para que las mujeres decidieran hacerse una revisión médica.
A la luz de lo discutido hasta aquí, concluimos que la política oficial determina en parte el tipo de aportaciones que los psicólogos puedan hacer, -y si pueden hacerlas-, a los medios de comunicación. Y en parte somos los propios psicólogos quienes debemos demostrar, a los que dirigen las políticas sociales de los medios, que somos necesarios. Debemos convencer más allá de la mera presencia en tertulias, en programas de opinión o como expertos al por menor en los retales de ocasión que ofrecen algunos medios para que ejerzamos como creadores de opinión pública.
Los signos de autoridad racional emanados de la psicología, han sufrido el golpe de Estado de los líderes de opinión. La conducción del significado de las acciones humanas está ahora en manos del sistema valorativo-normativo de los medios de comunicación. Por ejemplo, una vez me llamó la prensa para que opinara sobre el asesinato cometido en Madrid a partir del Juego de Rol; contesté que no había reflexionado suficientemente sobre el asunto, así y todo sacaron a relucir la opinión que yo mismo había devaluado. Como era y soy profesor universitario, que es lo que cuenta para el sistema de legitimación de la opinión pública, la periodista escribió lo que yo le había expresado telefónicamente sólo como duda, transcribiéndolo como opinión experta, cumpliéndose así el hecho massmediático de que la verdad no importa, sino la verosimilitud.
Los psicólogos han hecho su mayor número de aportaciones desde el campo de investigación de los medios masivos, más que desde una presencia profesional efectiva en los medios. Sin embargo, incluso para el psicólogo investigador, estar dentro del medio no le ayuda a que gestores y programadores asuman las recomendaciones destiladas de las investigaciones encargadas por ellos mismos.
El párrafo anterior nos lleva a una discusión fuerte del carácter político e ideológico que puede tener la presencia del psicólogo en los medios de comunicación, pues tropezamos con dos lógicas o discursos contrapuestos. Los medios de comunicación pueden hacer del psicólogo un mero oficiante de las necesidades mediáticas o bien un verdadero propulsor de las necesidades socio-humanas.
El discurso mediático se guía más por imperativos de economía política, de marketing, de cómo vender mejor audiencia a los publicitarios. Si para ello hay que mantener mensajes alienantes, que en nada facilitan una mejor toma de conciencia de las condiciones de vida que hagan más libre al ciudadano y a la ciudadana, todo vale si se habla con el idioma del valor de cambio. En este caso, la ceremonia social de la confusión está servida, haciendo de los psicólogos sacerdotes de una misa donde no pueden decir su sermón.
Para convencer, necesariamente, los psicólogos necesitan formarse en los medios de comunicación y establecer relaciones con otros profesionales de los medios. Desgraciadamente, esta precariedad y las fórmulas para su alisamiento, distan de estar resueltas institucionalmente. El profesor Pablo del Río es, tal vez, el único que en nuestro país ha promovido institucionalmente una formación al respecto.
Los medios de comunicación utilizan la psicología más que a los psicólogos. Es más, la propia programación de algunos medios asume funciones psicológicas y de psicólogo. Que se haga esto último sin los psicólogos y al margen de la psicología puede crear inestabilidad o frustraciones en los participantes si no se previene adecuadamente lo que se va a hacer. Sobre todo si se piensa que estos programas nacieron más bien como nuevas fórmulas de rentabilidad económica que abarataban costes de producción incorporando al espectador como actor gratuito, más que desde una intención de ayuda y apoyo social a la población.
La televisión se propone como casamentera o agencia matrimonial en, por ejemplo, <<Todo lo que necesitas es amor>>; o como terapeuta en <<Confesiones>>. La televisión ayuda a crear nuevas familias con <<Todo lo que necesitas es amor>> y, al mismo tiempo, con el mismo programa, asume funciones integradoras y de psicoterapeuta tratando de recomponer familias o parejas descompuestas. Esta última función casi nunca consigue realizarse cuando se trata de familias rotas. El fracaso estrepitoso de <<Perdóname>> confirma que los verdaderos problemas familiares son difíciles de atajar desde el "cielo azul" de la pantalla televisiva. Cuando se trata de parejas jóvenes, separadas por conflictos de poca espesura, el papel integrador de la TV tiene más posibilidades de éxito.
Pero la televisión en España no sólo actúa directamente para "crear" o recomponer parejas o familias, sino que se convierte en un gigantesco test proyectivo, en una inmensa prueba evaluadora que diagnostica la coherencia interna de la pareja (<<Su media naranja>>). Tal vez sin proponérselo, hacen intervención de pareja, a modo de una especie rara de psicoterapia de familia en la que el presentador hace de psicoterapeuta con su presencia reguladora.
Estos y otros ejemplos podrían servir para ilustrar las nuevas funciones psicológicas de la televisión y las consecuencias que podría tener el no prevenir adecuadamente, desde la psicología y los profesionales de la psicología, los efectos en las personas por las distintas situaciones planteadas.
No siempre es posible intervenir efectivamente desde los medios, y, al hacerlo, el psicólogo debe contar con algo más que la mediación tecnológica del medio, esto es, debe contar además con la mediación humana fuera del medio. Contamos con estudios que nos indican que la intervención e interacción posterior con los adultos, más que cualquier programa educativo en sí mismo, es el que contribuye a la mejora del desarrollo de niños y niñas que ven programas educativos (Barrio Sésamo, por ejemplo). Más aún, basándonos en la hipótesis de la teoría de los desniveles de conocimiento, aquellos individuos pertenecientes a familias con estatus social más bajo, con menos recursos culturales, educativos, cognitivos e informativos iniciales, obtendrán menos beneficios de la influencia de los medios que aquellos otros con estatus más alto.
¿Qué podemos concluir de toda esta serie de reflexiones? Abogamos por la presencia de psicólogos en los medios, a pesar de todas las contradicciones políticas e ideológicas aparejadas a la propia dinámica de aquéllos y que debe sufrir el psicólogo. Esta presencia está todavía muy débilmente institucionalizada y requiere no sólo formación sobre la "cultura de funcionamiento de los medios", sino que los psicólogos debemos empezar a tomar conciencia, en palabras de uno de nuestros más reconocidos colegas, Bronfenbrenner, que <<la ciencia elemental necesita a la política oficial aún más de lo que la política oficial necesita a la ciencia elemental>>.